Detenido.
Mis pliegues blandos contra su piel en penumbra tapados contra mi débil pecho se encogen los cuerpos, se rozan las grietas del placer y se consumen los gritos mortales. Entra en mi boca, consumiéndome hasta el último minuto. Me acaricia. Mientras -vulnerable- me deshago, como un pálido árbol, como una mujer anciana, como un reloj parado.