Navidad en Oriente
En el principio se reveló la palabra como un triunfo insospechado. Inquebrantable como los hilos tejidos en la garganta, como promesas eternas, como instantes pintados en carretes. Ella titilaba como una hoja al borde de las astillas que le sostenían antes de desmembrarse. Un inquieto silencio retumbaba dentro de sí como una luz deboradora entre los huesos azulados de la cadera y de las costillas. Él hendía su ropa como una cuna de rey en la atezada tiniebla de una cueva tallada en la piedra. Poseía un beso escondido en sus párpados de padre mientras el centro materno se apoderaba de la pluma que iba a reescribir al mundo. Al fin en el cielo un rayo sordo iluminó las cornisas de la cueva en la que un hombre y una mujer iban a dar un nombre al destino que tantos otros habían proclamado en ecos de las agujas pasadas.