Le había vuelto loco.

Cojo el cepillo de dientes, echo la pasta dentífrica y me meto el cepillo en la boca. Uno, dos, tres… Cada mañana, Harold Qrick cogía su cepillo de dientes y deslizaba la pasta blanca entre sus pequeños dientes. Harold no podía evitar contar cuántas veces se cepillaba cada parte de su boca. Parecía que se trataba más de un trabajo que de una acción cotidiana . Dejo de contar. ‘’¿Quién está ahí?’’ - gritó -. ‘’¡Hola! ¿Hola?’’ Vuelvo a contar. Uno, dos tres, cuatro, cinco… Harold trabajaba mucho, era su principal defecto, aunque él no se atrevía a reconocerlo. Harold era inspector de Hacienda y no hablaba mucho de ello, porque… ‘’¡Quién está ahí!’’ - gritó de nuevo -. ‘’¡Quién eres!’’ Harold se sacó de golpe el cepillo de dientes y se dirigió al aire, preguntándole quién era. Harold no solía despertarse con ganas de hablarle al viento, pero hoy deseaba ser otro… Estoy helado. Escucho una voz. Me atrevo hablar. ‘’De acuerdo si eres mi conciencia no sé por qué hablas de mí todo ...