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Mostrando entradas de julio, 2017

¿Quiénes sois para vuestro tiempo?

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Sois como el café y el azúcar. La suavidad de esa blanca piel rodea tus fronteras entre el placer y la responsabilidad. La diversión se encuentra en sus labios y los tuyos lo consumen con más frecuencia que el aire. Nada se interpone entre las virtudes de su hermosa figura. Sus brazos y piernas se estremecen al roce de tus huesos. Su piel se calienta al encontrarte entre las tormentas de su día a día. El lugar al que decide ir a refugiarse es en ti mismo, en el café. Ella solo espera descargar en ti sus frustraciones y no espera menos de ti. Lo quiere todo y quiere endulzarte. Ella no pretende cambiarte, sino hacerse tuya. Ella se atrevería a vivir bajo tu misma piel, pero sabes que su inocencia es un regalo. Busca calor en tus palabras y fuerza en tu sonrisa. Lo espera todo de ti porque anhela lo que no tiene y lo desea desesperadamente. Ella pide confianza y tú le presentas la sencillez de tu existencia que es suficiente para lo que ella quiere. Da gracias porque aparecieras como un

¿Quién es quién?

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Envuelta en la brisa primaveral, tocaba las partes prohibidas de ese ser que jamás creía poseer en mis manos. Tocaba sus brazos y sus manos por puro placer. No quería apartar mi esencia. La forma que tenía era casi humana, pero sus ojos eran diferentes. Los ojos clavados en la roca parecían que no se movían, pero no apartaba sus ojos de mis movimientos. Pensé que era una loca que creía ver un fantasma poseyendo aquellos ojos. Sus pasos me delataban que era segura e independiente. Sus manos lo rozaban todo porque no quería perder ningún detalle. Se atrevió a tocarme. Dilaté la mirada que aún conservaba embrujado por su esencia. No podía disimular, deseaba que sus manos volvieran a indagar en mis grietas. La ansiedad se apoderó de mí y se desataron en mí capacidades que creía destruidas. Me quedé quieta y una huella de pánico se asomó en mi rostro. Aquel ser petrificado notó mi alerta y decoró su mirada con una apariencia apacible. Mis manos se acercaron a las suyas. Mis ojos no