Café de niños.
La verdad ¿qué es eso? ¿Una cosa con patas? ¿Un helado que sabe a chocolate? Venía de jugar a los columpios. Se entretenía con cualquier cosa, simplemente se dejaba llevar por lo que sentía, es decir, no conocía razones. Miraba y sonreía. Esas eran sus dos metas. La felicidad reinaba su alma pero el tiempo pasa y uno deja de ser un niño. Dicen que la adolescencia es el paso entre la niñez y el futuro adulto. Dicen que en esa etapa decides quién quieres ser, a qué te quieres dedicar y qué perspectiva tienes del mundo. Una cosa es la teoría-lo que piensas- y otra la práctica-lo que realmente haces-. Hoy en día se lleva de moda, seguir las tendencias, pensar igual que el resto, tener las últimas tecnologías, es decir, tener todo lo material posible. Pero, ¿dónde queda aquello que nos hace ser personas, ser nosotros mismos? ¿Dónde quedan esas tardes en las que jugabas al fútbol en vez de quedarte en casa jugando a la Play Station? ¿Dónde quedan los buenos momentos? Si nos dejamo