La calidez entre mis dedos.

Me he quedado embobada mirando tus ojos y cómo me mirabas. Tus palabras no acababan en tus labios y temías no explicarte. Me devolvías la mirada y solo tu sonrisa me retó a intentar entenderte. Entonces, tus manos destaparon tu cuerpo, quedando al aire todos los poros de tu piel. Una brecha decoraba la mitad de tu torso y me insinuante que si no creía, que me atreviera a navegar en aquel lugar interior que habías ido creando con el paso de los años. No lo dudé y te abrí en canal. Frente a mí surgió una oleada de colores donde no había formas. Mi vista se confundía y no sabía hacia dónde mirar. Una hermosa flor azul surgió de la confusión y en su interior moraba un olor que me hechizaba. Mi boca imaginó comer aquella delicia de olor. Mis ojos se cerraron para deleitarse en aquel deseo. Aquella flor dejó de ser grande a ser una pequeña florecilla en el camino. La inmensidad me dejó plantada al lado de la florecilla porque me encontré frente a un cielo rosado donde la luna no sonreía...