Añoranzas.

La añoranza siempre está presente en nuestros corazones. Puede que no a todas horas. Puede que se deje ver de vez en cuando, pero hay a veces, que se pasa demasiado. Nos entretiene en pequeños recuerdos que creíamos olvidados o por lo menos eso nos decimos a nosotros mismos. Las añoranzas consisten en recuerdos, pero al mismo tiempo, en pérdidas, en reclamaciones...
Añoro cosas de mi infancia. Añoro esa sensación de inocencia. Esa sensación de preguntar el por qué de todas las cosas. Añoro los días de guardería en los que sustituías los libros por dibujos y los exámenes por cosas sencillas. Añoro esos momentos de tener compañeros en clase y hablar sobre que en un futuro te casarías con el que te gustaba. Añoro esas travesuras con las compañeras. Añoro esos momentos de risa. Añoro esos momentos de dejar la imaginación a flote y dibujar grandes historias. Añoro esos momentos en los que comienzas a aprender a leer y a escribir. Añoro esos momentos de discusiones tontas con las de clase y que llorabas por lo mal que lo estabas pasando, cuando ahora lloras más de lo que deberías. Añoro que la profe me preguntara las tablas de multiplicar y sabérmelas de cabo a rabo. Añoro tener una profesora dulce, sentimental y que te entretenía con sus explicaciones. Añoro que me sorprendiera por cualquier cosa. Añoro ese deseo de que me regalen cosas bonitas por mi cumpleaños. Añoro dormir. Añoro despertarme con ganas de empezar. Añoro ese sensación de plena felicidad. Añoro volver a ser la que fui.
Posdata: Recuerdos del pasado pero vivencias del futuro. 



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