Dosis de... FELICIDAD.

Empiezas el día torcido. Ayer te acostaste con una presión en el pecho. Eran unas ganas intensas de llorar, de gritar, de darlo todo por perdido... Las lágrimas no salen con cualquier chorrada o tontería... Pero, de repente ves un recuerdo, una foto, unas personas... Y tu mente se llena de pequeños detalles, alegrías, diversiones, buenos momentos y lloras. Te sorprendes porque tu vida no está tan mal, podría ser peor, te dices a ti mismo. Añoras volver a sonreír de verdad o no medio, sonreír en las fotos... Quieres sonreír... Pero ocurre otro suceso, que te duele verlo todos los días. Hasta que llegue el final. No eres capaz de acertar una cosa que fue, y que nunca volverá a ser igual, al contrario... Irá empeorando con el tiempo. Una enfermedad, crónica. Para siempre. De por vida. Decides huir del problema, dejarlo detrás de la puerta, detrás del fondo del armario. Dejarlo lejos de ti para que nunca te afecte pero así, ignoras algo que cada vez que recuerdas... Sufres. Que cada vez te hace perder el entendimiento, te hace perder la alegría, la gran virtud que te da vida... Te encuentras solo. Sin nadie con quien llorar. No quieres dar pena, no quieres decir lo que te ocurre, porque es difícil de explicar, porque no tienes ganas, porque no quieres dejarte ayudar. Y sin abrir la boca, pasas una gran tarde. Recordando viejos momentos, retomando amistades perdidas, tomando unas copas con los de siempre, con los que siempre has confiado, con los que siempre... Te han querido y no te cambiarían por nada, ni por nadie. 
Ser feliz. Mi alegría. 
Mi alegría. Los de siempre. 
Los de siempre. Mi corazón. 
Mi corazón. Aquellos quienes lo han conquistado.
Quienes lo han conquistando. Los que me han enseñado a sonreír sin fingir.

Posdata:  Sentirte la persona más afortunada... Simplemente por escuchar reír a los de siempre. 



Comentarios

Entradas populares de este blog

Fruto de la herida

Todo...

Madrid me mata