¿La verdad?


La verdad. La verdad es... Que das asco.
Hay palabras tan pobres que te amargan el desayuno. Palabras tan frías que te encogen el vientre. Hay palabras sucias que infectan la mente. Hay palabras tan duras que desearías nunca haberlas escuchado. 
En cambio, hay cosas, es decir, pensamientos que pertenecen a uno mismo. Solo son tuyas, de nadie más. Te recriminas que hay muchas palabras que no dices, pero existen aún demasiadas palabras que dices y no deberían salir. Por eso eres despreciable. Piensas en ti mismo y en nada más. Cuando deberías alegrarte de lo que tienes porque posees cosas que otros no tienen...
Pero de nuevo, aparece toda la basura que existe en tu mente. Dentro de esa basura hay millones de deseos, sueños y pensamientos que con el paso del tiempo has ido borrando y algunos son demasiado profundos para eliminarlos del todo. Esa bruja cuando la rechazas te da la brasa cuando la hablas te da la espalda. Muy bien. Es genial. A esa bruja yo no la quiero, al contrario, está más pendiente de otras historias cuando el problema al que debería resolver está en su propia carne.


Posdata: No merezco ser feliz por eso hago pacto de silencio. 


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