Nación.

A momentos desesperados... Medidas desesperadas. 

Ella estaba allí. Sin nadie a su lado. Todo el mundo la ignoraba. De vez en cuando, alguien se molestaba en mirarla y dirigirla una media sonrisa fría. Ella no podía explicarse por qué a ella... Y no, a otra persona. No podía dejar de preguntarse cómo había llegado hasta esa situación. No era capaz de reconocer que se había engañado, se había auto-convencido de que no necesitaba ayuda. Después del transcurro de cada día, volvía a su habitación. Cerraba la puerta y lloraba. Es cierto que no existe un mal que dure cien años, ni cuerpo que lo aguante... Tenía demasiado orgullo para llamar a la puerta de quién siempre había estado abierta. Su dolor le presionaba el pecho y ahogaba su vida, día tras día. Necesitaba una intensa bocanada de aire para seguir hacia delante. Y recordó aquella vez que...
-Te dije que no lo estabas haciendo bien.
-Bueno pues, me he equivocado, ¿vale?-dijo Ella-.
-Podrías haberlo no hecho... Si te dejaras ayudar y si escucharas a los que te queremos. 

Ese momento de felicidad, de compasión con su compañera, su amiga... La hacía añorar más a lo que estaba apunto de perder.


Hoy, pensamos que todo lo que necesitamos está fuera de nuestras vidas, cuando, lo que realmente ocurre, es que no somos capaces de ver más allá de nuestras propias necesidades. Nos volvemos egoístas, incomprendidos, escuchamos poco, ignoramos a los de nuestro alrededor... Nos duele sentirnos así. Nos duele hacer daño a los que realmente nos adoran, nos quieren... Hasta con defectos. La situación de mi país es el claro ejemplo de que... Hasta en los más peores momentos, aparece alguien, te tiende la mano y tú la coges.

Posdata: Creernos el ombligo del mundo no cambia las cosas... Pensar más allá de nosotros mismos, será toda una Revolución.




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