Circunstancias.

No se puede soportar las acusaciones falsas cuando eres inocente. 

Coger el teléfono y fingir que haces algo con él... Es una buena excusa para que nadie te pregunte. Tu frente se arruga. Tus labios dibujan una línea recta. Tus ojos demuestran que algo te ocurre. Tus gestos te delatan, tus palabras te hacen quedar como un mentiroso. Lo peor que pasa después es, cuando alguien se acerca y te pregunta:
-¿Te pasa algo?
-No.
Esa negación te hace el doble de culpable. Pero después de decir ese ''no'', te encantaría gritar a esa persona diciéndole todo lo que sientes en ese mismo instante. Pero, sencillamente, no lo haces. Esa había sido tu oportunidad pero... Ocurre algo distinto.

Te levantas. Te duchas y desayunas pero no con tranquilidad sino con tensión. Tu tensión se debe a un desacuerdo entre padre e hija. La reacción de la hija disgusta a su padre y ésta se esconde en su habitación. Durante una buena hora, tú estás ahí. Sola. Decides despejarte, así que sales de casa. En el fondo, sabes que te marchas porque no soportas el peso del hogar. Reconoces que te encantaría vivir sin nadie de tu familia... Reconoces que podrías haber actuado de otra forma, pero lo hecho, hecho está. Piensas en ese desacuerdo pero sabes que tienes suficientes razones para abandonar. Recuerdas que tienes, también, muchas razones por las que seguir. Y decides volver. 

Posdata: Tocada y todavía no hundida. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Fruto de la herida

Todo...

Madrid me mata