ELLOS, mi hogar.
Para todos aquellos que luchan.
La verdad es que nunca podía pararme. Siempre estaba haciendo algo, incluso molestar a mis hermanos me entretenía. Pero un día llegó una noticia inesperada y poco agradable. Sabía que su noticia cambiaría nuestras vidas pero eso solamente era el principio del camino.
Aquel día mi madre nos intentó explicar qué le pasaba. No comprendimos nada. Pensé que sería algo que se podía curar, pero no sería tan fácil. A medida que pasaba el tiempo, todo iba empeorando. Él, a veces cambiaba... Dejó de ser cariñoso a ser un muerto viviente. Lo peor no era cómo estaba, sino cómo lo pasaban los de su alrededor. Su familia. Muchos de la familia no lo aceptábamos. Me mentía para tener más esperanza, pero ¿para qué? Lo suyo no tenía cura permanente, su enfermedad era crónica. Hasta que tuvo que pasar mucho tiempo para que comprendiera que lo que una vez fue, ya no lo sería jamás. Tenía su recuerdo de cuando volvía del trabajo o cuando nos lanzaba volando a la cama para hacernos volar por los aires. Esos recuerdos atormentaban mi alma, pero no mis ganas de seguir luchando. A lo largo del tiempo, tuve que renunciar a cosas. Tuve que responsabilizarme. Tuve que ceder antes al deber que al querer. Siempre, tuve como prioridad a mi familia. A ellos por encima de todo.
Nada fue fácil pero, no por ello, soy menos feliz. ¿Por qué? Porque podría haber pasado de lo importante y haberme dedicado a mi vida individual. Porque podría haber dado la espalda a aquella responsabilidad. Porque podría haber dejado de luchar. Pues soy feliz, a pesar de todo. Me siento afortunada de haber experimentado el coraje cuando nunca me lo habían enseñado. Me siento bien de tener unos hermanos estupendos, buenos y divertidos. Me siento la persona más afortunada por haber superado retos y dificultades. Me siento con fuerza para todo lo que se me caiga encima. No todo lo superé sola, también Dios me habló sobre el dolor y la manera más sana de llevarlo.
Si todo lo que me ha ocurrido, no hubiese pasado... Hubiese sido distinta. Por eso, aunque se nos presenten enfermedades, facturas sin pagar, trabajos sin personal, exámenes que aprobar, competiciones que ganar, pérdidas por guardar, recuerdos que nunca olvidar... Luchar es lo único que nunca se debe olvidar, aunque se llore y se pierdan tus propias fuerzas... Siempre existirá la fuerza de los demás, de los que te quieren, de los que nunca te abandonarán.
Posdata: Te quiero, aunque no te lo demuestre.
Comentarios
Publicar un comentario