Ser de olor a carbón y ojos rojos.

Erase una vez, un momento en quirófano. 

El camino estaba lleno de hojas. Los ojos no alcanzaban a ver el final del camino. Una granja se distinguía a lo lejos, pero no se podía ver vida allí. Mis pies me llevaron allí. Mis manos sintieron el calor de la puerta del granero. El suelo lleno de paja. El interior vacío, pero con contenido. En su interior había una enorme caja azul. Parecía un contenedor. Apoyé mi oído en la pared del contenedor y no podía distinguir ningún sonido. Mi corazón empezó a inquietarse. Me subí al contenedor y descubrí una ranura en él. Aproximé mi ojo hacia la ranura y antes de acercarme demasiado, otro ojo me esta observando. Mi cuerpo pegó un brinco. Mis ojos se abrieron como platos. No era un ojo normal... Era grande y de color rojo. Parecía que no estaba sorprendido de verme. Sacó una mano por la ranura. Su mano era de dedos finos y piel negra, parecida al carbón. Me señalaba una palanca que había al lado de la ranura. Miré la palanca. De forma instintiva, giré la palanca y esta abrió el contenedor. La pared del contenedor dio un ruido sordo. Una criatura salió y me miró. Su pelo era oscuro como el petroleo, al igual que todo la piel de su cuerpo. Los ojos de aquel ser se fijaron en mí y no se molestaron en observarme. Esos ojos ya me habían visto antes. Su boca era una simple línea recta. Su cuerpo desnudo, pero cubierto con harapos. De repente, un ser volador salio del interior del contenedor y se puso a la altura de su dueño. No podía mover ni un centímetro de mi cuerpo... Mis pies estaban clavados en la pared del contenedor, esperando a que ocurriera algo... No podía pensar, solamente podía mantenerme allí y mirar. La criatura subió al lomo de su mascota y me invitó a subirme.

Mi lengua estaba paralizada. Mi boca se negaba a decir que no. Mis pies bajaron del contenedor, se acercaron al extraño y me subí a lomos de aquel animal prehistórico. Más de cerca, distinguí que la criatura tenía una cola larga y escamosa, su lomo era suave y con pelo, mientras que su cara era parecida a la de un perro con grandes colmillos. Sus alas eran plumas blancas con destellos plateados y patas afiladas como las de un halcón. La criatura corrió y elevó sus alas y las sacudió. El aire inundó mis oídos y mi pelo se enredó. Percibí que el sol estaba saliendo de su morada y el cielo dibujaba colores anaranjados y rosados. El ser al que iba agarrada, olía a hollín, azufre y sangre seca. Mis manos se enredaron para evitar soltarme de aquel desconocido y caer al vacío, aunque sintiese un raro impulso de hacerlo. La criatura voladora avanzaba hacia el cielo, pero este tomaba un color distinto del esperado. Todo se volvió verde y después morado. En un instante, me faltaba el aire. El aire no me abofeteaba la cara, el agua ahora me ahogaba. En un instante, mi ropa era ligera, mi pelo flotaba y mis pulmones reclamaban oxígeno. El ser no parecía inmutarse, hasta que comencé a soltarme de él. Percibió que mis ojos se cerraban y mi boca dejaba entrar el agua como si fuese aire. El ser tenía escamas en el cuello y su animal seguía llevándonos algún sitio al que nunca había ido... Al despertar, sentí cual fue mi último aliento... Fue mi último aliento de vida. 



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