¿Dónde está el país, Piruleta?

Te miró a la cara, que me tienes loco, que estoy enamorada...(8)

Era un ser que pertenecía al mundo. Buscaba su camino, pero se desesperaba. Necesitaba un mapa que no podía comprar. En su mochila no había un libro de instrucciones para aprender a vivir. Únicamente tenía agua, pan y una brújula. Tenía intuición acerca de aquel objeto que servía para orientar, pero eso no le garantizaba llegar a dónde quería ir. ¿Acaso sabía donde iba a ir? ¿A dónde quería ir? ¿Por qué quería ir a alguna parte? Aquella nada, no significaba nada para él, pero decidió arriesgarse y vivir.

Su mochila no le pesaba. Él iba cómodo y pensativo. Se preguntaba acerca de lo que era compartir su vida. Lo que es ser feliz con alguien. Aquel ser era un desconocido para los demás, por eso tendría que ser valiente para tomar la iniciativa.  El tiempo pasaba y el sol le daba color a sus mejillas. Sus pies estaban cansados, pero no perdían el ritmo. Al rato, vio una parada de autobús. Observó que había alguien allí. Decidió preguntarle el camino para llegar a algún lado. Aquella chica estaba sentada y observaba el horizonte.
-Hola-dijo Él-.
-Buenas-dijo la chica sonriendo-.
-Soy nuevo por aquí y quería saber si siguiendo este camino llegaré a alguna parte.
-Puede que si, pero quizás no. Depende de lo que busques.
-Busco algún lugar dónde vivir, dónde querer...-dijo con desánimo él-.
-Hay personas esperándote. Deberías decidir-le aconsejó ella-.

Él se quedó quieto. Sus pies estaban pegados al suelo. El calor del sol no era agradable, le presionaba la piel y le hacía sudar. Sus manos estaban en sus bolsillos. Él pensó en quiénes le estarían esperando. Al mismo tiempo se giró para preguntar a aquella chica. Ella ya no estaba allí. Él decidió continuar, no tenía nada que perder porque aquello que nunca se ha tenido, nunca se puede perder.

Tarareó distintas canciones a lo largo del camino. Escribió postales a quienes le estuviesen esperando. Conoció a mucha gente. Supo comprender a quienes sufrían, supo aprender a ser él mismo y conoció cuál era el fin de su vida. Supo lo que su existencia significaba.

Aquel día volvió a casa. Sus pies echaron a correr al ver su hogar. Su respiración era rápida al igual que sus ganas por conocer a aquellos que le estaban esperando. Al llegar a la puerta, se paró frente a ella. Temía que nadie estuviera allí, pero decidió ser valiente y abrió la puerta. Allí estaban todos aquellos a los que había conocido y pertenecían a su corazón. También, vio a aquella chica de la parada del autobús. Ella le había estado esperando, aún sabiendo lo que tardaría.

Posdata: La vida no se sueña, la vida se hace realidad.

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