Lejos de vivir.

Había una vez un gorrión que soñaba con volar y ver mundo. Aquel gorrión realizaba las tareas que se le otorgaban. Era atento y servicial, aunque, a veces, era un gruñón. Sus ojos negros observaban con admiración lo que había más allá de su hogar. Él lo único que conocía era su nido. Su espíritu le pedía conocer lo desconocido. El mundo era su sueño. Sus alas eran su arma para iniciar ese sueño. Nunca perdía de vista el día en que saldría por primera vez del nido. Veía a su madre y a su padre salir y entrar. El gorrión admiraba la libertad de sus padres. Siempre les hacía preguntas acerca del mundo que quería conocer.
-¡Papá, papá! ¿De qué color es el cielo?-preguntaba el gorrión-.
-Azul-respondía su padre-.
-¡Mamá, mamá! ¿Qué es lo que más te gusta del mundo?
-El mar-dijo su madre-.
-¿Cómo es el mar, mamá?
-Hermoso e inmenso.
-¡Mamá, mamá! ¿Cuándo podré verlo?-preguntaba el gorrión-.
-Cuando seas mayor.
Tiempo más tarde, el gorrión ya era mayor. Sus plumas marrones brillaban. Sus alas eran fuertes y rápidas. Los ojos de aquel joven gorrión estaban llenos de luz, de pasión y de libertad. El gorrión volvió a pedir salir de su hogar. Deseaba cumplir su sueño a toda costa. Quería sentir el viento en su cuerpo. Quería chapotear en el agua. Quería ver el mar. Quería volar lejos de su hogar porque este se le quedaba pequeño y demasiado conocido. Volvió a preguntar...
-Madre, ¿puedo salir?-dijo el gorrión-.
-No puedes.
-¿Por qué?-preguntó el gorrión-.
-Miedo es lo que tengo. Quiero que te quedes aquí conmigo. No sigas soñando en salir porque no tienes mi permiso.
-Soy mayor, madre. No soy un pequeño gorrión. He crecido aunque tú no lo quieras reconocer. Un día te irás y desapareceré. Entonces, lamentarás mi marcha.
Aquella conversación acabó en discusión. Ella solo quería proteger a su hijo de la crueldad del mundo. El gorrión solo quería conocerlo. Ambos estaban cegados por su propio interés. Una mañana la madre volvió a casa y vio que el gorrión se había marchado. La madre lloró y se lamentó. No paraba de preguntar qué había hecho mal. Recordó que el gorrión quería conocer el mar. Sabía que se dirigía hacia allí, así que la madre fue a buscarle...

Aquel joven gorrión se maravillaba de todo lo que el mundo daba a conocer. Se sentía muy pequeño, pero también afortunado. Sus pensamientos estaban ocupados en el ajetreo del viaje hacia el mar, pero sentía una pequeño peso en su corazón. Añoraba su hogar, pero no podía echarse atrás. "Lo hecho se queda hecho"-pensó-. Volvió a prestar atención a su camino cuando descubrió a un grupo de humanos andando por la orilla del río. Este los ignoró. Los humanos estaban acomodándose cerca de la orilla para empezar a pescar. Otro estaba con un arma en la mano. Tenía intención de ir a cazar. La madre gorrión observó el panorama y voló más deprisa para proteger a su hijo. Su hijo perdió el equilibrio cuando le rozó la primera bala. Su madre lo sostuvo con las patas y se resguardaron en las ramas de un árbol.
-¿Qué fue eso?-preguntó el gorrión-. ¡Madre, qué hace aquí!
-Eso es de lo que te protejo. Te protejo de las crueldades, de la vida dura...
-Entiendo, pero... Impidiéndome crecer no me dejas vivir. Es mi momento, madre. Es hora de que empiece este viaje sin ti. Por favor, apóyame-pidió el gorrión-.
-Es difícil hacer lo que me pides. Yo siempre te voy apoyar. Venga... Marcha pronto, pero vuelve algún día-dijo la madre mientras abrazaba a su hijo-.
-¡Gracias! Volveré-dijo el gorrión-.
Ambos se despidieron y pensaron en lo mucho que habían compartido. Reconocieron que la distancia no rompe los lazos con la familia, solo los hace más fuertes porque así se valora lo que se tiene. El gorrión hizo su vida. Sus padres le aguardaron hasta que volvió de visita. Sus padres estaban felices. El gorrión vivió durante mucho tiempo y contó a sus polluelos las aventuras que la vida le deparó.

Posdata: Nunca se es feliz lejos del lugar donde te quieren.

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