Te quiero tanto.

"No puedo vivir sin ti, no hay maneras...".

-Es hora de que me vaya. Te quiero, ¿vale?-dijo Ella-.
-Yo también- dijo Elena llorando-. Que sepas que me alegro por ti, aunque esté llorando. Sé feliz.
-Lo seré, ¿lo serás tú?
-Espero serlo, pero seré un poco menos feliz por no tenerte aquí. Venga, vete ya. ¡Buen viaje!-dijo Elena mientras movía el brazo y, a la vez, el autobús de ella se perdía en la lejanía.
"No lo puedo creer. Ya se ha ido. Bueno, podía haber sido peor... No. No hay nada peor que ver que se ha marchado. Tampoco está tan lejos. Venga Elena, sonríe un poco y deja de llorar. ¿Ves? Te has quedado sin pañuelos, llorona que eres. Estará bien allí. No me puedo preocupar por eso. Es fascinante, es muy increíble... No hay palabras para decir a la gente qué siento. Cómo me siento. Es una mezcla de miedo, rabia y alegría. Espero entenderlo con el tiempo... Algo  me tendrá preparado Dios ¿no?".
Elena fue creciendo cada año que pasaba. Echaba de menos a su amiga y el resto de las chicas también, aunque costaba acostumbrarse a tener una relación por carta. Cada carta que recibía Elena de ella era una esperanza, una alegría. Esa carta parecía que traía gracia y fe. Elena siempre sonreía al leer aquellas cartas. Parecía que su amiga sabía mucho de ella aunque no estuvieran juntas. Así era la relación que mantuvieron hasta que fueron viejecitas. 

Elena reposaba en su mecedora y miraba por la ventana. Elena empezó a entender en su corazón que las cosas más sencillas son las que más llenan. Elena había sido madre y esposa y le había encantado. Hacía un par de meses fue a visitar a su vieja amiga. Estaba igual de guapa y de arrugada como la última vez.
-Quien lo iba a decir hasta aquí hemos llegado-dijo Elena-.
-Era lo que Dios quería, porque no te hubiera soportado-río ella al pronunciar esas palabras-.
-Siempre me haces sufrir, ¡qué mala eres!-río Elena-.
Aquella fue la ultima tarde que pasaron juntas. Porque al poco tiempo su amiga se había reunido con su Dios. Elena no lloró por aquel acontecimiento, al contrario entendió que su amiga había sido feliz durante toda su vida y que tuvo el coraje de entregar todo lo que tenía por amor. "A veces es difícil comprender ciertas decisiones que toman nuestros seres más queridos, pero la felicidad de ellos es la nuestra propia"-pensó Elena mientras cerraba los ojos y quedaba plácidamente dormida.

Posdata: He vivido rodeada de todo lo que quise y soy feliz.

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