Desde la poesía.

Un sonido suave y tintineante como una caja de música.

Los años pasaban y solo quedaba el recuerdo de aquellas partituras que salieron de manos de un artista desconocido. Su mesa estaba desordenada con restos de velas acabadas y tinta. La luz había dejado de entrar en aquella habitación. Desde hacía mucho tiempo su último inquilino se había marchado. Parecía que dejaba media vida allí porque todo estaba igual que la última vez. Aquel hombre había salido corriendo de su casa. Nada dejaba una pista del motivo de su marcha. Algunos pensaban que se habría caído muerto en cualquier sitio y otros que huía  de alguien. Aquel lugar jamás volvió a oler a vida. Dese entonces el polvo y el recuerdo decoraban el ambiente. Aunque si que se escuchaba una pequeña melodía suave y tintineante como una caja de música. La canción proclamaba los recuerdos de una vida corta y dura. Tenía un toque mágico que si cerrabas los ojos podías imaginarte la vida de aquel a quien pertenecía la caja de música.

Era una época en donde el sol brillaba y las sonrisas adornaban las caras de gente querida. Había una niña de pelo oscuro y de ojos curiosos junto a una mujer que vestía de forma sencilla. Ambas jugaban en la lejanía. Poco a poco se acercaba el anochecer, vieron unas luces lejanas acercarse hacia ellas. Ambas echaron a correr. El horror se había apoderado de sus caras. Un grupo de hombres interrumpieron en la noche exigiendo a aquella ama de casa que les dejará pasar. Ella abrió a regañadientes y ese había sido su error. Había confiado en aquellas personas y solo obtuvo de ellas un dolor intenso que no se curaría. Desde fuera la casa parecía tranquila, pero su interior era oscuro y violento. 

Esa había sido la historia del último dueño. Amaba con pasión aquello que tenía, pero a la hora de la verdad él no estuvo allí. Nada pudo hacer, ni si quiera salvar aquello que había prometido cuidar. Había amado tanto que eso le hacía sufrir cada día. Nunca volvió a ser él mismo porque una parte de sí había muerto en aquella casa. Lo único que se llevó consigo fue la caja de música. Esa fue la última vez que la caja de música sonó. Su propietario había guardado aquel pesado recuerdo y lo había mantenido consigo casi toda su vida. Ahora la caja de música no tenía dueño y esperaba ser valorada en un futuro... Solo tenía que regalar una sonrisa y su melodía volvería a sonar.

Posdata: No hay historias que valgan, solo nos queda escribir la nuestra propia. 


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