En ti.

Todo está oscuro. No veo nada. Siento frío, aunque no corre el aire. Estiro los brazos y encuentro límite a la oscuridad. Hago fuerza hacia los lados y hacia arriba. Nada se mueve. Sigo haciéndolo y solo oigo el susurro de mis fuerzas. Siento que aquellas paredes empiezan a separarse y puedo ponerme de pie. Entonces, veo una luz a lo lejos. No parece una luz pequeña, sino grande y muy brillante. Corro hasta ella y la oscuridad me impide acercarme más. La luz empieza a tener forma. Eres tú. Eres la persona que tanto ha recorrido conmigo mi camino. Eres la persona que me ha escuchado llorar cada mal día. Eres la persona que siempre me ha animado a seguir, con solo una sonrisa. Eres la persona a la que tanto sufrimiento le he causado. Eres quien me dio alas para volar en libertad. Eres el Padre que siempre deseé. Eres el amor que nunca me defraudó. Eres el amigo con quien siempre discutí y me revelé. Eres la luz que ahora veo pasar y a la que no puedo tocar.

Mis ojos están llenos de lágrimas y te suplico ayuda. Tú me estás mirando y sé lo que quieres decirme. Dejas salir de tus labios unas palabras que a cualquiera le sonarían bien, pero en mí producen un sentido distinto. Me dices: ''ya sabes qué es lo que hay que hacer''. Yo sigo llorando y no me consuela. No sé donde estoy, ni por qué me ocurre esto a mí. En vez de aceptarlo, solo puedo llorar de pena y de sufrimiento. Siento felicidad al verte, pero un dolor que no puedo describir. No me salen las palabras de la boca porque mis sollozos te piden clemencia. Sé que la ayuda ya me la mandas porque no me siento tan mal. Siento que lo de mi alrededor se me escapa. No entiendo cada acontecimiento que ocurre en mi vida. No entiendo qué es lo que tengo que hacer, aunque en el fondo algo sé. Tengo miedo y sé que todavía me queda mucho que padecer y que querer. Tengo que soportar esos ruidos de fondo que tanto me inquietan y me molestan. Tengo miedo a lo desconocido. Tengo miedo de no creer en... Tengo miedo de que sea real. Tengo miedo de confesar lo que ocurre. Tengo miedo porque no sé qué hacer. ¿Qué esperas de mí? Busco tu consejo en tus palabras y me reconfortan durante unos instantes, pero no durante todo el día. Solo me importa complacerte a ti porque solo tú conoces mi alma y mi corazón. Llevo en la espalda tu nombre y nunca lo olvido. Hoy no he ido a verte porque no quería compañía. No quería y no podía. Espero que seas capaz de entenderme porque sufro y amo cada día más, ojalá no fuera así. Estamos tú y yo y no espero nada del mundo. El mundo nunca me ha dado esperanzas, tú me las das cada día cuando te beso y te pido perdón. No puedo concebir mi esencia sin la tuya. Regálame fortaleza, aunque ya lo haces. Poco a poco, te vas alejando y me dedicas una gran sonrisa. Lo último que te digo es... En ti confío.


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