Klear, la ninfa de la muerte.

Había una vez un hada en el Bosque Perdido. Ella era la más hermosa de las criaturas. Ella era Anell. El resto de los seres fantásticos la conocían porque ella solía volar alrededor del lago. Parecía que el agua mística la hipnotizara. Todas las mañanas cuando se despertaba, Anell iba a la orilla del lago, y veía a los peces comer y a los ogros como dormían bajo los árboles.

Un día, Anell vio un hombre montado a caballo al lado de la montaña. El hombre fue en busca de su amante porque él prometió volver a verla después de la Gran Guerra. Anell sabía quién era el jinete. Esa noche, cuando el sol todavía estaba en el cielo, el jinete del caballo montó hacia la Montaña para conocer a Anell. Anell tenía en sus brazos el cuerpo de la mujer que buscaba el jinete. El jinete del caballo tocó el cuerpo frío de su amada. Ella estaba muerta. El jinete del caballo no podía creerlo. Anell comenzó el entierro para que el dolor se apaciguara. El cuerpo de la mujer yacía en hojas verdes y alrededor de flores blancas.

Todas las criaturas mágicas fueron al funeral. Anell dio comienzo al ritual. Las hadas volaban al rededor del cuerpo con antorchas. Anell dijo unas palabras sobre la joven mujer: Ella vivió entre nosotros durante la Gran Guerra. Ella nunca se dejó vencer por el miedo. No quería llorar tu partida, porque sabía que volvería su jinete. Ella vivió sus últimos años entre nosotros y con alegría. A veces sus ojos parecían mágicos. Muchas veces volaba con las águilas y las hadas. Ella quería a su jinete y siempre lo hará. ¡Que el cielo acoja a esta hermosa flor! Ella fue una de las pocas flores que brilló y tocó nuestros corazones.

El jinete no derramó ninguna lágrima. El jinete no podía vivir sin ella. Al final del ritual, el jinete pidió a Anell que guardara el cuerpo de su amor en un lugar seguro. Anell se sorprendió, pero lo hizo. Esa misma noche, Anell vio que el jinete se marchaba. Anell lo siguió porque temía que algún mal empezara a crecer en el jinete. Anell alcanzó al jinete y le preguntó.
-¿A dónde vas? Eres bienvenido en nuestra montaña todo el tiempo que desees. 
-Busco clemencia de Urano, dios del cielo, para que me devuelva a mi dulce amor- dijo el jinete-.
-No puedes hacer eso. Esto no ha sido cosa de Urano, sino de Klear, la ninfa de la muerte- respondió Anell. El jinete le preguntó dónde podía encontrar a la Ninfa de la muerte.
- No irás solo. Iré contigo.

Anell y el jinete se dirigieron hacia las Montañas Azules. Tres días más tarde, Anell y el jinete tenían enfrente una entrada hacia el interior de las montañas. Anell temía por el jinete porque la Ninfa le pediría un favor a cambio de resucitar a su amante. El jinete estaba cegado por el dolor y no veía que era una idea peligrosa. Cuando bajaron todas las escaleras, se encontraron con una gran puerta roja. Al instante, la puerta se abrió y apareció la Ninfa de la muerte.

La Ninfa de la muerte era un hermoso ser. La Ninfa era grande y delgada. Sus ojos eran agujeros negros. Sus labios eran rojos. Su sonrisa daba escalofríos. Su pelo era rojo y largo. Su cara era fina y blanca. La belleza de la ninfa era sorprendente y, al mismo tiempo, oscura. La Ninfa dijo con ironía: Os estaba esperando. Pasar.

Anell y el jinete entraron. La Ninfa se sentó en su trono negro y grande. Detrás del trono, salió un dragón con escamas que parecían plumas y de color gris. El jinete templó su ánimo, entonces despertó de su dolor, aunque ya era tarde. Klear, la Ninfa de la muerte, dijo.
-Querido jinete, ¿qué es lo que reclamas de mis dominios? Sabes que todas las almas que ya no están vivas son mías, hasta que Urano se las lleva- el jinete asintió y dijo-.
 -Lo sé, pero mi amor está en tu poder. Estoy aquí para que me escuches- dijo el jinete. Anell temía, pero miró con valentía al jinete. Ella debía confiar en él.

Klear miró el jinete con una falsa sonrisa y dejó al jinete que continuara hablando.
-Tomaste un alma joven que encontraría después de la Guerra. Cuando volví, ella estaba muerta. Te pido misericordia y que tu decisión sea sabia.
Klear se levantó del trono y dio algunos pasos hacia el frente. Klear dijo:
-Devolveré a la vida a tu joven amor, a cambio, tú me servirás. Tu trabajo consistirá en recoger las almas y protegerlas hasta traerlas ante mí.
-¡Eso no es justo! No es una buena decisión- dijo Anell-. 
El jinete reaccionó igual que Anell. Ambos se colocaron para luchar contra la Ninfa.

Anell lanzó un hechizo de plantas enredaderas. La ninfa ni se inmutó y le lanzó un relámpago negro. Ella lo esquivó, pero le cortó un ala. El jinete sacó su espada y se defendía de los ataques de la Ninfa. El dragón de la Ninfa estaba persiguiendo a Anell. Ella consiguió montarse sobre el dragón y doblegarlo. El dragón empezó a volar y escupió fuego sobre su antigua dueña. La Ninfa gritó de dolor. Su piel comenzó a disolverse y a burbujear. Finalmente, la Ninfa se convirtió en polvo gris.

Anell bajó del dragón y le acarició la cara. Ella le agradeció con una sonrisa su ayuda. El jinete se acercó hacia Anell y la abrazó fuertemente. Anell hizo lo mismo y le dio un beso. Ambos miraron hacia el trono y este empezó a dejar de ser negro. Una luz radiante apareció y ante ellos estaba presente Urano. Anell y el jinete se arrodillaron. .
-No tengáis miedo. Habéis matado a Klear y nos habéis librado de la muerte para siempre-dijo Urano-. Querido jinete, tu amor está esperándote. Anell eres un ser muy dulce y hermoso. Te nombro sucesora de la muerte. Te concedo este nuevo deber, y sé que actuarás con dignidad. Eres bienvenida a mi Reino de los cielos. Eres la nueva diosa de la muerte.
En aquel instante, Anell dejó de ser un hada para convertirse en un ángel con grandes alas y ojos grises. Su cabello creció y en su cabeza apareció una simple diadema de oro. Anell estaba radiante y sonrió con gran alegría. Urano se despidió de ellos y desapareció. 

El jinete partió hacia la Montaña donde estaba su amor. Anell se quedó en las Montañas Azules, pero transformó la cueva en un palacio de cristal. Anell reinó desde las Montañas Azules hasta su antiguo hogar, la Montaña, su Montaña. Ambos amigos se despidieron y vivieron un tiempo en paz hasta que una niebla oscura asomaba por el horizonte...



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