Enamórate.

Quiero contarte todo. No puedo callar más. Solo puedo hablar de Ti y de lo que has cambiado en mi vida.

Te conocí en lo sencillo. Estabas ahí y yo no me había fijado. Solo tenía que atender a los niños para descubrir tus ojos fijos en mí. Yo no te miraba, no sabía qué querías de mí. Ni siquiera quise preguntarte por miedo. Ahora pienso, miedo a qué. ¡Menuda idiota! Como una miedosa me conociste y, después, me dejé querer.

Estaba cuidado a esos niños y luego por la tarde íbamos todos juntos a verte. Yo no te tenía muy presente porque para mí eras un desconocido, aunque había escuchado siempre tu nombre. Yo te miraba y una emoción inundaba mi alma. Mi corazón anhelaba abrirse a ti, pero seguía dudando. Tu mirada era paciente y amorosa. Me diste todo el tiempo que pensabas que necesitaba, aún así yo no lo veía claro. Pasaban los días y poco a poco iba conociéndote. ¿Cómo se podía quererte tan rápido y sin esfuerzo?  ¿Cómo podías llamar a mi puerta y yo correr para dejarte entrar? ¿Cómo lo hiciste? 

Lo mejor de todo es que ya me querías desde la primera vez que me viste y yo, ingenua de mí, sin darme cuenta. Para entonces, estaba tan contenta contigo. Seguía preguntándome qué me habías hecho. Lo que habías hecho era curarme con tu gran corazón y nada más. Solo tuve que darte la mano para que todo conectara en una armonía placentera y bella. ¿Qué me hiciste?  Solo me quisiste y nada más. Me alentabas con tu voz, tus ojos y tu abrazo. Solo pensaba en si todo aquello era real y lo era. Estabas ahí y solo podía quedarme más tiempo a tu lado. El tiempo que pasaba contigo se me escapaba entre los dedos. Mi ser reclamaba a gritos tu presencia. Tantos fueron los años y los minutos perdidos entre oscuras y vacías habitaciones. ¿Qué había hecho todo este tiempo sin Ti?

Todo lo bonito dura para siempre. No me refiero a que lo bonito sea algo pasajero,  contigo fue distinto. Cada paso que dábamos juntos era un gran paso. Me enseñabas con autoridad y respeto como un padre que enseña a su hijo a dar sus primeros pasos. Lo hacías y yo solo podía seguirte. Me quejaba, pero quería lo que tú quisieras. Me decía: si Él quiere, yo también.

Así fue como nos conocimos. Así fue como te enamoraste de mí y yo de Ti. Desde luego es mi historia preferida. Siempre la cuento y la comparto con cualquiera que me pregunte por Ti. No necesito decirles dónde vives. Tú vives en mí y veo a través de tus ojos. Miró mis manos, hay rozaduras y se parecen a las tuyas. Miro mi pequeñez y tú la agrandas. Miro esos ojos tristes y solo puedo sonreír. Veo tus labios y me sonrojo al escuchar mi nombre. Nos miramos y reímos porque lo nuestro no fue un amor a primera vista. Lo nuestro fue un flechazo que retumbó en la inmensidad del mundo. Lo nuestro es esperanza para este mundo. Tú y yo somos invencibles mientras estemos juntos.

Posdata: Hay algo que me gusta de Ti.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Fruto de la herida

Todo...

Madrid me mata