Horizonte, respóndeme.

Era como un eco en el vacío. Miré a mi izquierda y ahí estaba. No podría explicar lo que mis oídos escucharon. Era una explosión de aire y libertad. Una mezcla que pocas veces he podido admirar.

Podría decir que aquella velocidad casi me hace salir volando. No tuve miedo, sabía que después de aquella línea finísima que partía el horizonte en dos, iba a estar de regreso. Iba a volver con la victoria dibujada en mis ojos, pero para mi ingenua inocencia eso no fue así. Todo fue un amargo sueño que creí estar viviendo.  Tocé mis manos y mi cara, todo parecía de una claridad abrumadora que no pertenecía a este mundo. Creí que podía haberme quedado durmiendo en cualquier sitio que no fuera mi cama. La osadía de mi espíritu no conseguía marcharse de aquel lugar, no quería, no lo deseaba. Mi espíritu solo quería quedarse entre las aguas dulces de aquel sueño. Aquel eco en el vacío se repetía y mi espíritu vibraba al son. No sabía qué estaba haciendo, ni qué era aquello. Si pudiera mi espíritu saltar al tuyo, te enseñaría lo que nadie sabe ni conoce hasta que tú también lo hayas conocido.

Mis palabras se quedaron ahogadas en la claridad y solo podía sentir el vacío cogiéndome de espaldas. Mi vista no encontraba el foco del eco. Aquel eco en el vacío encontró en mí una semejanza. El eco lo escuchaba cada vez más fuerte hasta que saltó desde mis entrañas de forma intensa e inesperada. Quizás mi espíritu lo sabía, pero mi cuerpo no podía escapar de la ausencia de aire, no podía, ni quería. Parecía que lo hubiera deseado desde siempre, pero entonces cómo mi entendimiento no lo comprendía y mi sensibilidad me suavizaba la caída al vacío en el que me encontraba. Seguía apoyada en el horizonte con los ojos anclados al vacío. Estaba allí entre dos mundos y dos perspectivas. Estaba allí el eco y me repetía cuántas veces iba a seguir haciendo eso. A lo que respondí: sigo aquí riendo.

Posdata: Encontré la respuesta mirando al horizonte. 




Comentarios

Entradas populares de este blog

Fruto de la herida

Todo...

Madrid me mata