Bajo mi piel.

En la oscuridad, solo había roces bajo mi piel. Abrí la boca y susurré tu nombre. Desperté del sueño y tuve la necesidad de mirar a aquel lado vacío que habitaba durante la noche. Me levanté y frente a mí seguían esas dulces flores blancas. En mi interior algo se aceleró y me acerqué sin miedo para buscarte entre sus hojas y en el interior de sus capullos. ¿Dónde te había dejado? Mi sorpresa fue que allí habías dejado tu olor y me inquieté al no verte contemplando aquello que te regalé.

En la penumbra, una tenue luz se asomaba por aquella cristalera. Me detuve ante aquel baile que ofrecía el cielo. Ella bailaba sin esfuerzo, sus movimientos hechizaban y su cuerpo era hermoso. Levantó sus brazos hacia arriba y suavemente se dejó caer desapareciendo entre los brazos de sus más fieles admiradores. Bajé la mirada, y me pregunté por dónde podía empezar a buscarte.  

Un sonido despertó de golpe mi silencio. Una cascada se desparramaba por toda aquella negrura y me acerqué despacio hacia aquel manantial donde te cubría la calidez, y donde percibías el tiempo sin premura, sin urgencia. Allí retabas a las gotas a ser como una de ellas, pero cuando no brillaba tu mirada dejabas escapar alguna gota de más. Mis ojos se humedecieron y quise saber cómo te podía haber olvidado.  

Respiré como si fuera la última vez, la última vez que te recordaba, que te miraba, que te tocaba. Un fondo azabache me envolvió y no volví a ver nada. Un aleteo se posó en mis manos. Abrí los ojos, acerqué las manos y ahí estabas. Tus alas se mostraban brillantes de un tono morado con joyas azules. Susurraste mi nombre y volaste de nuevo hasta posarte en mi cuerpo desnudo y frío. No pediste permiso para hacerlo y bordaste en mi piel tu nombre. Entonces, antes de que cayera en otro sueño me dijiste: ''Tu existencia no decora los salones de quienes los disfrutan, pues la esencia de tu alma es solo tuya''. 

Posdata: Si te olvidas de a quién buscabas, ponte frente al espejo y saluda.



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