Alivio.
Aquella figura se levantaba entre la luz y la oscuridad. Aquella
figura perfilada mostraba un ojo que brillaba en la oscuridad, brillaba con un
azul embrujado que te encogía el corazón con solo mirarle una pestaña. Su
rostro era afilado con unos labios delicados que temían pronunciar alguna
palabra. Su piel era mármol con pequeñas estrías que deformaban la superficie
de su cuerpo. Su clavícula marcaba el principio de una sombra quebrada. Una
sombra que no se reconocía como pareja de aquella figura. Su rostro azulado y
pálido tenía la mirada perdida. El ojo azulado se contemplaba, sin saber a
quién miraba. El ojo no se reconocía en el reflejo de aquella luz y aquella
oscuridad que le daba a conocer una nueva mitad que antes ni poseía, ni
conocía, ni que creía que iba a llegar a conocer. Me acerqué con temor de
destruir aquella imagen de conocimiento, de auténtico horror. Me acerqué a
pesar del riesgo de que aquella figura, de que aquella mujer, se deshiciera
entre mis brazos abandonándose a la certeza de quien cree conocerse. Aunque solo
había una extraña mitad frente al espejo que antes no estaba. Aquella mitad se
encontraba vacía y hueca, donde una vez descansó una vida y una esperanza que
ahora moraba deshecha en un mero trozo de carne que ni vivía ni ilusionaba.
Marta respiró con alivio, se había quitado un peso de encima. Su pecho perfecto se mostraba orgulloso y soberbio, pero al otro lado, nada. Nada decoraba su cuerpo. Nada había quedado de aquel otro que había traído pesadillas a Marta. Habían sido unos meses duros y ahora... Ahora solo se contemplaba al espejo para comprobar que ningún otro bulto volviera a tensar su vida. Su cuerpo no tenía cicatrices salvo la que le traspasaba el lado del corazón y este se mostraba desprotegido y frágil ante la mirada del mundo y de la gente que se atrevía a mirar con detenimiento su hueco, su vacío. Marta respiró lentamente dejando que el aire se escapara suavemente entre sus pulmones. Se había quitado un peso de encima.
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