Sueño.
Un solo ''chas'' y nada vuelve a ser.
Empieza a ser lo que ya no será igual.
Dejo de ser yo para ser yo.
Mi almohada está mojada. La cama se mantiene en una esquina apretada. Mi sombra solo se atreve asomarse ligeramente, sabe que mi rostro está quieto, inexpresivo, en apariencia tranquilo. Tras los cristales de mi ventana, una tormenta declara la guerra a las casas pequeñas del antiguo pueblo. El viento sacude los muros de mi casa, el aire se filtra entre las grietas del techo. Hace frío. Las nubes se ven negras, oscuras y los truenos retumban con potencia, parecen que me llaman, que me gritan. Las ventanas tiemblan ante la insistencia del aire de colarse en mi habitación. El suelo se siente vacío, muerto, donde la noche dibuja rostros y alientos que acuden a despertarme.
La lluvia no es agua, es la rabia que quiere romper las ventanas. Los rayos fotografían los viejos árboles que han cavado sus raíces en la hondura de la tierra mojada, fría, viva. El techo gotea. La cama se tensa, se cubre ligeramente con la manta y desaparece entre los mechones de la tormenta. Las nubes ocultan mi sombra y la oscuridad reina paz entre las insistencias de quienes desean entrar. Quizás, hayan dejado de desear entrar en la habitación. No soy prisionera, soy yo siendo yo en otro momento en que dejo de ser, para volver a ser.
Quisiera ser como los árboles, tan quietos en la inquietud del mañana. Han poblado la tierra de causalidades que ni siquiera entienden. Los árboles no se mueven, he vuelto a la cama, el aire me ha abandonado y quizás la noche sea la paz con la que sueño.
Posdata: ''que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son''.
Empieza a ser lo que ya no será igual.
Dejo de ser yo para ser yo.
Mi almohada está mojada. La cama se mantiene en una esquina apretada. Mi sombra solo se atreve asomarse ligeramente, sabe que mi rostro está quieto, inexpresivo, en apariencia tranquilo. Tras los cristales de mi ventana, una tormenta declara la guerra a las casas pequeñas del antiguo pueblo. El viento sacude los muros de mi casa, el aire se filtra entre las grietas del techo. Hace frío. Las nubes se ven negras, oscuras y los truenos retumban con potencia, parecen que me llaman, que me gritan. Las ventanas tiemblan ante la insistencia del aire de colarse en mi habitación. El suelo se siente vacío, muerto, donde la noche dibuja rostros y alientos que acuden a despertarme.
La lluvia no es agua, es la rabia que quiere romper las ventanas. Los rayos fotografían los viejos árboles que han cavado sus raíces en la hondura de la tierra mojada, fría, viva. El techo gotea. La cama se tensa, se cubre ligeramente con la manta y desaparece entre los mechones de la tormenta. Las nubes ocultan mi sombra y la oscuridad reina paz entre las insistencias de quienes desean entrar. Quizás, hayan dejado de desear entrar en la habitación. No soy prisionera, soy yo siendo yo en otro momento en que dejo de ser, para volver a ser.
Quisiera ser como los árboles, tan quietos en la inquietud del mañana. Han poblado la tierra de causalidades que ni siquiera entienden. Los árboles no se mueven, he vuelto a la cama, el aire me ha abandonado y quizás la noche sea la paz con la que sueño.
Posdata: ''que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son''.
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