Nuestras manos

Coger tu mano desprevenida
sin conocer el destino futuro. 
Arrastrarte hacia el centro 
como una ola que te aleja de la orilla. 

Tomas mis dedos como una niña que vuela sobre el columpio. 
Mi mano se ancla a tu espalda
mientras las tuyas examinan las grietas de mi pecho.
Escuchas las verdades a medias, 
los silencios incómodos, 
la búsqueda insaciable de calmantes,
el silencio del dolor cuando nadie me mira, 
las cervezas compartidas pero que jamás repetiría, 
la música con la que bailo contigo 
y la que canto en el espejo vacío de mi cuarto de baño. 

Decirte que tú lo tienes
como un puñado de arena que no se escapa,
como una pupila dilatada, 
como el parpadeo de una mariposa, 
como el sol que no se despide de la noche, 
como la tristeza que no se asoma, 
como la caricia desnuda de nuestras manos. 


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