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Cuatro mujeres

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Para R., M. y M. Cuatro mujeres en la cima de rocas flotantes con sus pensamientos claros y sus nieblas espesas cubriendo sus hombros, miran hacia un horizonte tumbado e incierto para la esperanza. Caben entre sus labios pequeñas palabras de aliento y vida para aquel que desee escucharlas. Ellos no comprenden el peso de sus cuerpos y el poder de la espera, frente a la inmediatez de los mensajes fugaces entre pantallas acaloradas de rotas promesas.  Cuatro mujeres caminan con pies ligeros como aves en busca de un lugar donde refugiarse. Desentierran heridas pasadas para curarlas cada vez que se abren al desaliento de quienes pierden el tacto de las palabras, cuando dos lenguas se funden en una sola. Construyen paredes acristaladas como plumas solares traspasadas como lanzas lóbregas en el amanecer de sus novicios huesos.  Cuatro mujeres jóvenes con toda la vida acuñada entre las grietas de sus dedos, donde un destino jamás escrito en el impulsivo precipicio de la corriente perm...

Dame un poco más de vida

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Un día donde la espuma del mar colorea el reflejo de tus ojos y comprendes la claridad que en ellos habita, junto con la incertidumbre de la madurez. Sientes en las puntas de cada pelo como se expande la luz que en ti crece. Ante las palabras de los otros respondes incrédula y frente a la visión, que en el espejo nunca llegas a creer por la tenebrosidad y la espina traspasada y sangrante que llevas desde tanto tiempo atrás. En un día como hoy en que las olas acarician las murallas de tu carne, caes en la cuenta de que los hilos de tu interior están ordenados, pero se estiran como dedos que quieren alcanzar el otro lado del precipicio. En un día como hoy en que los huesos abandonan el movimiento del centro acorazado, en que el amor llama a gritos a la puerta, en que el silencio se vuelve en una cálida paz de seguridad y templanza, confías en que vivir en sus manos es el sentido por el cual adoras los detalles pequeños, las palabras que se escapan de dentro a fuera, las cicatrices inefab...

Fruto de la herida

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Posos de palabras afinadas en una taza vacía.  Una caricia lacrimosa  cuando se separan las columnas sólidas del costado.  Costilla magullada ante la visión deshecha  de los huesos entrelazados en la llanura plumosa. Raídas las alas  como hojas otoñales.  Respiras aliviada ante la fisura abierta de tus labios,  del centro líquido que escondes a los otros ojos, pero que hoy me entregas  sin vergüenza  y con el fruto de la herida corriendo calle abajo. 

Como dos gotas de agua

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Semejanza acompasada  como separadas flores que crecen.  Tallo de cristal  como las primeras lágrimas del recién nacido.  Miraban sus ojos a la profunda llamarada de la noche.  La tinta descolorida es olvidada  junto con mis puentes decadentes,  cuando el rayo atraviesa mi piel como un dedo que turba el agua.

Sabor, sabor

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Como una serpiente alargada nos colocamos en mitad de la calle. Tantas personas como yo esperando una caja de esperanza, una caja para matar el gusanillo, una caja de sorpresas como los huevos Kinder. Mantenemos la distancia. Mis hijos esperan en casa. Hambrientos. Muertos casi por la carencia de víveres. Les damos amor, pero eso no mata el hambre. Mi mujer está intranquila, pero se apaña con todo lo que tiene. Mientras se cuecen las patatas derrama algunas gotas de más en el fondo de la olla. Cree que no las saboreo, pero a mí la comida me sabe a tristeza.

Intermitente

Un niño corre  por la acera de la avenida. La calle del olvido mira mientras cabalgan miles de rostros  sin tropilla y con prisa.  Ninguno le revela el vínculo ni el cordón que te rompen  al lanzar el primer grito.  Latidos acuosos,  tráfico fluido,  semáforos en intermitente.  El niño solo  se pregunta  dónde está su padre. 

Visión

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Traspasarte con los ojos  como farolillos escondidos en la noche. Acariciarte con los dientes como la hierba fresca bajo la planta de los pies. Empaparte la piel de perfume, de sudor,  de mi aliento embaucador,  enamorado, desgarrador.  Esperarte inquieta bajo la sombra del sauce que ya no llora  como las plumas que se pierden, como las gotas que se escapan, como los coches que huyen de la ciudad.   Esperanzarse entre las arrugas de las pasas, entre el humo de los garbanzos madrileños,  entre el aire acondicionado.  Quedarse abierta, sin vergüenza o  dormida entre las montañas del sofá y s obre los papeles en blanco de nuestra historia.